Eso ha sido el 2020. Un año horrible, el "Annus horribilis" del mundo entero. Y aunque es verdad que las pandemias no son nada nuevas en la historia mundial, pues hace apenas 100 años la gripe española infectó y mató a millones de seres humanos, la antigua normalidad nos llevó a pensar que esto no podía suceder de nuevo.
Y a pesar de que las autoridades sanitarias de todo el mundo tratan de planificar las pandemias; e incluso hay decenas de películas sobre ellas, cuando el COVID-19 golpeó al mundo con fuerza, los gobiernos y los expertos globales dudaron, vacilaron y eso permitió a la pandemia extenderse con enorme rapidez y con la globalización, el virus se propagó fácilmente de un país a otro, de un continente a otro.
Luego siguieron las fallas en diagnosticar y rastrear al virus, que explotó en transmisión comunitaria propagándose a través de la población. Llegó marzo y empezaron los informes diarios, al principio nada, pero luego inició la tragedia y las noticias terribles de muertes que añadieron angustia a nuestras vidas. A eso se sumó el cierre de la economía que tuvo un impacto devastador, pues el encierro causo que muchas personas perdieran sus trabajos. Y es que la necesidad de un ingreso es tremenda y miles de empleados sin otra opción, tuvieron que regresar y creyéndose afortunados por tener todavía un trabajo, muchos se infectaron e incluso murieron por el virus.
No les quedaba de otra. Piense en cada uno de los trabajadores de plantas automotrices que rotan turnos las 24 horas del día y utilizan el transporte público mientras el virus se propaga silenciosamente.
Hoy mismo, todos tenemos amigos o nuestras propias vidas y negocios se han visto afectados. Hace menos de una semana un amigo muy querido no sobrevivió a la enfermedad. Así que, en medio de toda esta tragedia y desesperanza, le aseguró que está bien no estar bien. Todos estamos lidiando una batalla psicológica y todos tenemos nuestras propias historias de dolor y en medio de ello, debemos seguir lidiando con los problemas de la vida cotidiana.
Pero en medio de todo, la pandemia sacó lo mejor de la gente, el mundo se desaceleró, y en un momento parecía más amable y gentil, comenzamos a abrazar las cosas "más simples" olvidadas de la vida como platicar en familia. Lamentablemente, la pandemia también sacó a relucir lo peor del mundo.
Hoy, detecto una especie de fatigada solidaridad. La gente está cansada y en medio de ello, vemos a nuestros gobernantes disputarse el crédito de la vacuna. Ellos, podrían habernos ayudado a navegar por un camino más seguro a través de lo que muchos probablemente recordarán como la mayor catástrofe de su vida. Así que, responsables si los hay y si, la culpa además de a nuestras propias irresponsabilidades, se debe asignar a alguien, asígnela a quien le corresponde.
Culpe a la despiadada eficiencia de un sistema roto que funciona exactamente como fue diseñado, para enriquecer a los ricos y aplastar a todos los demás. Culpe al egoísmo y la estupidez de todas las personas que pensaron en su boda repleta de gente, en la carne asada con amigos o los que se reunieron irresponsablemente en Navidad y lo harán de nuevo en año nuevo, sin pensar que pueden contagiarse y matar a sus padres.
Yo lo invito a que marquemos un antes y un después del 2020: nuestro “Annus horribilis” y esperar a que el 2021 sea el año en que nuestro mundo sane. Los calendarios se componen de 12 hojas a la que le son indiferentes nuestras acciones. Nosotros y nadie más damos forma a cada hora y cada día de ese calendario.
Así pues, nuestro annus horribilis será recordado de otra manera, no tendremos a nadie a quien culpar más que a nosotros mismos. Políticos, artistas, deportistas, médicos, enfermeras y personal médico se encuentran entre los que murieron en 2020. Pero más allá de ellos, murieron amigos, familiares y es un acto de justicia cuando está terminando este “Annus horribilis”, que recordemos a los más de 4,000 mil coahuilenses víctimas del COVID-19. Esto no tenía por qué ser así.
@marcosduranf