¿Qué generó que lo descubriera? En honor a la verdad, desconozco. Puede ser que haya desbloqueado algo mi inconsciente, que se abriera algún canal interior; o en términos mundanos, que no anduviera tan despistada ese día, o bien, que le restara atención a mis deberes diarios para centrarme en el aquí y en el ahora. Si alguien tiene la respuesta, por favor, que me diga.
Me pasa con frecuencia, en especial porque mi personal reloj de arena tiene ya un amplio recorrido. Alguna vez un amigo me dijo que le daba pena saludarme, porque siempre me veía concentrada, como si estuviera atendiendo mis pensamientos y enumerando mis pendientes. Me llamó la atención su percepción y desde entonces, traté de buscar un equilibrio entre las acciones y los pensamientos. Ahora, me regalo espacios de descanso mental, en los cuales me programo para no amontonar ideas ni especulaciones.
Si voy a tomar un recreo y por ejemplo, me como alguna fruta y me concentro en ella, en el proceso de su gestación y su enraizamiento con la madre naturaleza. En las personas que estuvieron involucradas en que se convirtiera en manzana o en durazno. Lo mismo con el platillo que tengo frente a mí. Cuántas manos y esfuerzos se tuvieron que juntar para que los ingredientes se integraran en una oferta culinaria, para que otras manos le agregaran su toque personal y lo transformara en un elemento atractivo a los ojos y sublime al paladar. La dinámica diaria nos succiona y nos pone tapaojos. Es trabajo de cada uno decidir si es lo que queremos o paramos y volvemos a elegir.
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