El peso de las palabras es incuestionable. Ahí está una larga lista de figuras que con un solo vocablo mal empleado, han perdido todo en apenas unos cuantos minutos. Como ejemplo reciente, el caso del maestro Pedro Salmerón y el desliz de haber infravalorado una palabra tan enérgica y sólida como: “valientes”.
Sin embargo hay otras cosas que no cambian, como la cacería de brujas. Si la imprenta fue el primer medio a través del cual se logró difundir lo que el común social daba por un hecho cierto, aunque no lo fuera, (como el caso del famoso “Malleus Maleficarum” o Martillo de las Brujas, que durante muchos años fue recetario para señalar candidatos a la tortura), hoy las redes sociales y los diversos medios digitales de interacción social, se encargan de ser acusador, juez y hasta la propia hoguera. Incluso, hay quienes en su infinita ignorancia hasta manipulan lo dicho, poniendo palabras donde no las hay; volviendo al caso de Salmerón, escuché el comentario de alguien que se atrevió a cambiar “valientes” por “héroes”, cuando existe una diferencia radical en el concepto.
En fin, la lección es aprender a valorar la solidez de las palabras, ya sean dichas o escritas. Y eso me recuerda un excelente cuento de Jeffrey Ford, titulado “El peso de las palabras”, con una interesante teoría de la sublimación. Difícil de conseguir en impreso, pero accesible por Internet. Totalmente recomendable.
Los filósofos siguen tan vigentes como siempre, bien decía Sófocles: “Una palabra es suficiente para hacer o deshacer la fortuna de un hombre”.
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
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