Persona introvertida, con el autoestima baja y con crisis depresivas. En su poema Entrevista de prensa, narra:
“Escribo porque yo, un día adolescente, me incliné ante un espejo y no había nadie ¿se dan cuenta? El vacío. Y junto a mi chorreaban importancia”.
Se refugia en las letras, para evadirse de sí mismo, para olvidar su belleza lejana, para no mirar su figura poco agraciada. Vivía entre el amor y el desamor.
Enloqueció por Ricardo Guerra, quien se casó con otra mujer. Luego él se divorcia para casarse con Rosario y conciben a su unigénito: Gabriel.
Ricardo le es infiel y ella se culpa por su fealdad acude al Valium 10, va al psiquiátrico e intenta suicidarse. Chayito, como le llamaba su paisano poeta Jaime Sabines a Rosario Castellanos, vuelca su amor hacia Gabriel, su único hijo a quien le escribe algunos poemas.
En 1966 se va como profesora visitante a Madison Wisconsin donde se revalora y en un acto de autoestima, se divorcia. Era brillante, de una gran sensibilidad al encuentro con la palabra, con la ironía, con el conocimiento de sí misma. Buscó llenar el vacío, esa nada que le aterró al mirarse en el espejo.
Como embajadora de México en Israel, en Tel Aviv, un siete de agosto de 1974 una descarga eléctrica acabó con su vida.
Se puso en tela de juicio si esta versión fue real, o si ella misma logró terminar con sus quebrantos para siempre. Jaime Sabines escribió en su poema Recado a Rosario Castellanos:
“Sólo una tonta podría dedicar su vida a la soledad y al amor. Sólo una tonta podría morirse al tocar una lámpara…”
¿Cómo no admirar y leer a una mujer como Chayito? La película Los adioses recibió varios premios el año pasado. La obra de Chayito no muere.
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