El lector debe prepararse para sumergirse en historias cortas y amenas, que cuando no despiertan la estupefacción, producen la clásica hilaridad mexicana.
Un “pandita del amor” que en la década de los ochenta fue bautizado como Tohuí, (“niño” en tarahumara), pero que poco tiempo después de ser bautizado, resultó no ser “oso”, sino “osa”, aunque con todo, el nombre se le quedó. Manatís llevados a Xochimilco para solucionar una infestación de lirios acuáticos, que al final terminarían siendo cazados y comidos por pobladores del lugar. Crónicas de la Independencia, Reforma, Revolución y una pasada a la mal llamada Cuarta Transformación. Un rey de pepenadores que en la ciudad de México llegó a tener 180 hijos. Historias increíbles de funcionarios, presidentes y lo más selecto de la clase política mexicana. Los supuestos restos de Pancho Villa que no eran de él, sino de una dama que fallecida en su paso por Parral, fue auxiliada por una de las viudas del general, quien le otorgó descanso en la tumba original del caudillo revolucionario. Platillos difíciles de imaginar, pero que forman parte del inventario mexicano: Tortas de flautas, hamburguesas de chiles en nogada, conchas con mole, helados de tacos al pastor... Tal y como bien pregonan sus autores: “Lo bizarro no respeta nada: Ni personajes, ni hechos, ni banderas políticas, ni clases sociales, ni ideologías, ni partidos políticos, ni gobernantes. Es un hecho: Lo bizarro es lo más democrático que tiene México hoy”.
Somos lo que hemos leído y esta es, palabra de lector.
Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.